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Profesor Nerón

Cuando adopté a Nerón no tenía ni idea de todo lo que me iba a enseñar sobre las personas.

Llegó a la familia siendo un cachorro grande y pronto se convirtió en "el niño" de la casa. Creció entre caprichos, mimos y una libertad que -nos dimos cuenta tarde- no le convenía en absoluto a un perro de tanto carácter como él. Al cabo de unos meses el rubiales se convirtió en la versión canina de su tocayo el emperador (recordado entre otras cosas por matar a su madre, a su hermanastro, a su mujer y por sumergir a los cristianos en alquitrán para emplearlos como velas humanas). Con estas características no es de extrañar que mi pequeño colega muerda a quien le parezca y que se lance al cuello de todo perro que se cruce en su camino.

La incoherencia abunda y hace unos meses me dieron en casa un ultimátum para deshacerme de él, literalmente. Yo dije que si Ner se iba, yo me iba detrás, y me dieron un tiempo para solucionar el asunto.

Así que desde hace una temporada Alex y yo estamos esforzándonos en quitarle los malos hábitos adquiridos durante sus dos años de vida. Su trabajo lleva, pero lentamente se van observando pequeños avances, sobre todo dentro de casa.

Para la hora de salir a la calle el veterinario nos recomendó un bozal con corrector de tiro, para que aprenda a pasear tranquilo y sin sofocos y, de paso, solucionar el tema de los mordiscos y espectáculos varios. Y aquí empieza lo gracioso. Cuando la gente ve un perro con bozal, dos son las reacciones:
Una: poner cara de haber visto a Freddy Krueger y apartarse a la velocidad del trueno.
Dos: hacerle carantoñas y amagos de acariciarle, que probablemente no hicieran si no llevara bozal (inexplicable pero cierto). A continuación llega la cantinela de: “pobrecito ¿por qué le tienes puesto esto?”, “menuda judiada te están haciendo, perrito” etc, etc, etc.

Lo curioso es que cuando Nerón salía a la calle sin bozal y mordía, todo el mundo se preguntaba por qué lo seguía teniendo, por qué no lo regalaba o lo llevaba a la perrera, y ahora que estamos poniendo todos los medios para educarle nos echan en cara que le plantemos un bozal. ¡Venga ya!

Gracias al bozal podemos tenerlo en Zamora, darle paseos largos –de los que disfruto como nadie sabe-, detenernos en un semáforo lleno de gente sin miedo a que ocurra nada y conseguir que llegue a casa sin un sofocón tremendo por llevar una hora tirando como un loco de la correa.

Quien no sepa que se calle.
Coherencia señores, coherencia.




*Hace tiempo que no actualizo porque mi ordenador murió a primeros de mes y de momento no hay dinero para otro.

**Esta entrada no es gran cosa pero me apetecía escribirla.

No compres, adopta

La mayor parte de la gente que desea adquirir un perro acude sin dudarlo a un criadero o a una tienda de animales. En este tipo de empresas el precio medio de un can no baja de los 400 euros (dependiendo de la raza estos pueden alcanzar bien a gusto los 950 euros) y se trata de animales que han nacido expresamente para hacer negocio, para comercializar con ellos y con sus padres.

Lo que mucha gente no sabe es que en su misma ciudad o municipio existe un lugar donde puede encontrar perros de todos los tipos, tamaños y colores, perros que están ya ahí (nadie ha hecho negocio con su nacimiento), en muchos casos ya educados y obedientes, y que no cuestan ni un euro, sólo piden una familia y, sobre todo, mucho cariño. El lugar donde esperan se llama protectora, precisamente porque les ha librado de la calle, del abandono, del maltrato o de la muerte. Son perros de edades muy distintas, de raza o mestizos, qué más da, lo que importa es que eligiéndoles estarás dándole una oportunidad a un animal que de verdad lo necesita, en lugar de dar dinero a unos cuantos espabilados que viven a costa de sus perros yde la venta de sus crías.

Para conocer los datos de la protectora más cercana a tu localidad sólo tienes que entrar en la página web www.anaaweb.org/protectoras, donde aparecen las direcciones y teléfonos de contacto de todas las protectoras españolas.

Si quieres acercarte a una de ellas lo mejor es que llames antes por teléfono para asegurarte de que va a haber un voluntario a la hora en que realices tu visita. Ellos estarán encantados de enseñarte las instalaciones y de presentarte a los animales que las habitan, contarte sus historias y dejarte pasar un rato con ellos. La tarea más difícil después de esto será tener que quedarte sólo con uno...

El paso siguiente será la firma de los papeles o documentos de adopción, cuyos requisitos, aunque varíen dependiendo de la protectora, tienen un elemento en común: piden dueños responsables. Lo que menos tiene que importarnos es la raza o el pedigrí de un perro. Lo que importa es que, adoptando, vamos a darle una oportunidad que, sin nosotros, quizás nunca la tuviera.




De los prejuicios

Hay demasiada gente que no es capaz de ver más allá de los prejuicios: de los simples, cómodos y fáciles prejuicios.

Simples: porque no indagan en el interior de las personas, en su trayectoria de vida, en su forma de pensar, en su carácter, y en lo que es quizás más importante, en el porqué de su manera de actuar, en el trasfondo de su personalidad. Las cosas no son tan sencillas, tan objetivas como a menudo queremos hacernos creer. La ley de la relatividad no es sólo aplicable al ámbito científico.

Cómodos: porque estancarte en lo superfluo te evita razonar, inspeccionar. La comodidad te ahorra las molestias de conocer a la otra persona y de ponerte en su lugar, lo cual, inevitablemente, requiere su tiempo, por no hablar de las dosis obligatorias de paciencia, respeto y comprensión. Sin duda, demasiado esfuerzo… Archivar a las personas a la primera de cambio dentro de un álbum de cuatro hojas es mucho más sencillo y reparador a la hora de limar asperezas con una autoestima resentida.

Fáciles: lo dicho. Una cabeza que no razona no da para más, responde al modelo de análisis estímulo-respuesta. No sabe que en ese guión habita todo un mundo. No se plantea ni por asomo que el carácter contiene elementos que vienen dados desde el mismo momento de nacer pero también recoge otros obtenidos por nosotros mismos, por lo que hemos vivido y lo que nos ha marcado más o menos con el paso de los años. Que detrás de un simple gesto hay toda una vida escondida, que hay sonrisas que lloran y lágrimas con máster en interpretación, que la seguridad aparente es la cota de malla del más tímido y la supuesta prepotencia encierra muchas veces la más introvertida marginación.

No queda mucho que decir, pues la misma palabra nos aclara su significado: pre-juicio, o lo que es lo mismo, anterior al juicio, a la madurez de las ideas, a la comprobación de las mismas. Quien se queda ahí se pierde la parte más importante de la asimilación, la más sincera por lo menos… Pero claro, también la más difícil.

En fin, qué les vamos a pedir.

Los prejuicios son la droga de los incompetentes.