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El lobo: ¿cuándo acabará la leyenda y empezará la tolerancia?


Desde tiempos inmemorables el lobo ha sido asociado a la superstición, a la maldad, al peligro. Hablar del lobo es hablar de un enemigo ancestral y permanente pero, ¿hasta qué punto es esto cierto? y lo más importante ¿hasta dónde llega la leyenda?

En el mundo celta el lobo estaba directamente vinculado con el Más Allá. Las hermandades de guerreros se organizaban de manera similar a la manada lobera, haciendo suyas cualidades características de los lobos como la jerarquía, disciplina, aguante, inteligencia, agilidad, coordinación... El lobo era, además, quien conducía al guerrero a la vida de ultratumba, adquiriendo así un carácter místico y digno de respeto.

Más adelante, el lobo toma un papel crucial en la misma fundación de Roma, pues es la loba Capitolina la que salva y amamanta a los gemelos destinados a dar origen a la civilización (recordar el mito de Rómulo y Remo). Una historia similar vivió Habis, el que un día sería rey de Tartessos, y que fue abandonado nada más nacer y criado en los bosques por una loba.
Por su parte, los indios norteamericanos respetan y admiran profundamente la figura del lobo, con el que han convivido en paz durante siglos.

Sin embargo en el Occidente de nuestros días, la pugna entre lobo y hombre parece no tener fecha de caducidad. El origen de las tensiones se remonta a la Edad Media y muy especialmente a la expansión del cristianismo. Con la nueva religión llegaron también las grandes peregrinaciones a los Lugares Santos y muchos de estos peregrinos que atravesaban bosque y campo abierto se toparon en su camino con el lobo. Fue entonces cuando se empezó a ver al lobo como una "criatura de las tinieblas", llegándolo a identificar con el mismísimo demonio que asaltaba a los peregrinos en su camino a la redención. La leyenda negra estaba forjada.

Y desde entonces el lobo no ha encontrado tregua. Su población se reduce por momentos y si de muchos irracionales dependiera, esta ya se habría extinguido hace tiempo.

Hoy día el problema no son las peregrinaciones sino otro tipo de rebaños: los lanares. Los pastores han situado al lobo en la diana y no dudan en acusarle como responsable de la muerte de todas y cada una de sus ovejas desaparecidas. Pero ya está bien de señalar al lobo, pongamos las cosas en su sitio: ¿Qué hacen los ganaderos para proteger a sus ovejas?

Por mucho que se haya insistido en esa faceta sobrenatural y poderosa del lobo, este no puede atravesar paredes ni saltar muros de tres metros ¿Habrán caído en la cuenta los ganaderos? las evidencias me obligan a ponerlo en duda...

Los lobos se mueven por instinto, y si llevan días sin comer y se encuentran todo un rebaño de ovejas cuya única protección es una simple valla de un metro, pues qué queréis que os diga que no os haya dicho ya. Responden como responderíamos cualquiera de nosotros si estuviéramos metidos en su pellejo ¿o acaso alguien lo pone en duda?

La verdadera solución a los ataques del lobo es más simple y eficaz que las prehistóricas batidas y sale más barata que las monótonas quejas al Ministerio. La solución es tan obvia como elevar uno o dos metros la altura del redil, y de esta manera el lobo no podrá saltarlo. Los gastos de este añadido pueden exigirse al Ministerio, que seguro que agradece una propuesta menos troglodítica que la manida "acabemos con el lobo de una vez".

El lobo tiene tanto derecho a habitar estas tierras como nosotros, y tenemos que comprenderlo y aceptarlo porque, le pese a quien le pese, no somos los únicos animales que poblamos la faz de la tierra.


Imagen tomada de: http://blogs.librodearena.com/myfiles/lobo/Lobo73.jpg

Desigualdades

Por todos es sabido que, para lograr ciertas recompensas, en ocasiones es necesario realizar algunos sacrificios. Así es como lo hemos entendido en Zamora, donde a lo largo de los últimos años hemos cedido numerosas plazas de aparcamiento en pos de una ciudad más atractiva, más verde y, por qué no, más turística.

Hemos visto cómo se han reducido los aparcamientos del casco antiguo, de la plaza del Cuartel Viejo, plaza del Maestro Haedo, Seminario, Divina Pastora, alrededores de la Iglesia de Santiago, zona del Colegio Universitario, y un importante etcétera, y no nos ha quedado más remedio que asimilarlo como uno de esos sacrificios necesarios para el bien de la ciudad.

La nota discordante aparece cuando, en los largos paseos de cada día en busca de aparcamiento, uno se da cuenta de que la reducción de plazas de estacionamiento no afecta en absoluto a las zonas reservadas al alto funcionariado, que cuentan con el mismo espacio de siempre e incluso con nuevos reservados.

Dando una vuelta por el centro de Zamora nos encontramos con carteles de “reservado” en la calle de San Miguel, Plaza del Mercado, Riego, Plaza de Santa Ana, Plaza de Viriato…

Si todos pagamos los impuestos, ¿por qué unos ciudadanos gozan, en este sentido, de unos privilegios que otros no tienen? ¿Por qué los funcionarios de Tráfico, por ejemplo, tienen plaza de aparcamiento asegurada y gratuita a la entrada de su oficina y una cajera del supermercado contiguo, por ejemplo, tiene que dar veinte vueltas cada mañana hasta aparcar su vehículo, pagar la O.R.A. y salir cada dos horas a renovar la tarjeta si no quiere que la grúa se lleve su vehículo a la primera de cambio?

Muchas facilidades para parte del funcionariado, sí, pero mientras éstas no sean proporcionales a las del resto de ciudadanos, aquí habrá algo que no funcione.


Estado habitual del aparcamiento en la Plaza San Esteban