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Fiestas y animales

Es en las fiestas de muchos pueblos donde mejor se puede dar uno cuenta de lo poco que ha avanzado la mentalidad social con el paso de los siglos.

El evento estrella en tantas localidades de la provincia -como en el resto de España- está relacionado con el ejercicio de la violencia hacia un animal, habitualmente, el toro (aunque tampoco se libran caballos, cabras, cerdos, gallos…). En el escenario fijado para la tortura, se reúne, siempre, lo más granado de la comarca, lo más selecto y valiente. Ver imágenes de estos “espectáculos” me recuerda a una frase que dice: “El coso taurino es el lugar donde se reúnen decenas de cobardes alrededor de un único valiente: el toro”.

La principal ventaja del ser humano, como especie, es el disfrute de un intelecto desarrollado que le permite llegar, con su razonamiento, más allá que ningún otro animal. Nacemos completamente desvalidos y necesitamos años para valernos por nosotros mismos. No tenemos garras, ni alas, ni veneno, ni caparazón, ni una mandíbula poderosa. Solo nuestro cerebro nos ha permitido sobrevivir.

Así que estaría genial que lo empleáramos un poco más a la hora de divertirnos; al menos lo suficiente como para dejar de hacerlo a costa del sufrimiento de otros seres vivos. Entre otras cosas, porque la necesidad de pasar el rato ensañándose con el inocente, con el animal desprotegido y desarmado, deja entrever un alto grado de insatisfacción y de impotencia, en otras tantas facetas de la vida.


España

La coyuntura político-económica que envuelve a España en estos momentos se puede explicar, metafóricamente, comparando al país con un barco que naufraga lentamente.

Zapatero es el capitán del buque, que se niega a abandonarlo hasta el momento justo en el que las aguas lo cubran por completo. Por su parte, los ministros y demás equipo de gobierno componen el groso de la tripulación, que se aleja en botes salvavidas para observar la catástrofe desde la total seguridad de la lejanía.

No resulta difícil imaginarlo, teniendo en cuenta que, en cuestión de semanas, la mano de la Providencia ha logrado colocar a Rodríguez Ibarra en el Consejo de Estado, a Aído en la ONU, o a Ojeda en la embajada de El Salvador (cito solo unos ejemplos). Con la pasmosa facilidad con la que encuentran trabajo los políticos, no me extraña que no reconozcan el alcance real de la crisis económica...


Dice el refrán que, a río revuelto, ganancia de pescadores. En esta historia, la ganancia se la adjudican los miembros de la oposición, en el papel de los piratas que observan de cerca la escena, esperando el momento más crítico para hacerse con el botín: los votos de las próximas Generales. No será un tesoro ganado en una gloriosa batalla, ni peleado, ni merecido. Pero será suficiente para asegurar su porvenir y el de sus hijos.

Porvenir que no tendrán los pasajeros del buque: hombres, mujeres y niños que, a no ser que sepan nadar con maestría o encuentren algo a lo que sujetarse, acabarán hundiéndose con el barco, abandonados por el capitán, la tripulación y los piratas.


El naufragio de "La Esperanza" - Kaspar Dietrich Friedrich -

Sobre la felicidad

Aunque pueda parecer increíble en un mundo tan grande y tan plural como este, existe al menos un objetivo vital que compartimos el común de los mortales: todos queremos llegar a ser felices. Cada individuo aspira alcanzar la cumbre del monte Felicidad por un camino distinto, pero el punto último del trayecto, al final, siempre es el mismo.

Se puede llegar arriba caminando con paciencia, aprendiendo de las caídas y tropezones, deteniéndonos de vez en cuando para disfrutar tanto de las vistas como de las edificantes conversaciones con otros caminantes. Pero no hay que olvidar que el recorrido es largo, sinuoso y cuesta arriba. Por eso muchas personas prefieren alcanzar la cumbre en helicóptero, o se afanan en buscar compañeros entrenados que les lleven, a hombros, hasta la cima.

Estos últimos serán los primeros en colocar sus banderas en lo alto, pero habrán hecho trampa, y eso siempre pasa factura. Y, cuando quieren darse cuenta, se ven esclavos de un trabajo que no les deja tiempo para disfrutar de sus aficiones o de sus seres queridos; o con una pareja hacia la que sienten un gran cariño pero de quien no están enamorados; o con unos hijos que, entre reuniones y cenas de negocios, han crecido sin que ellos se hayan dado cuenta, y ahora son poco menos que unos desconocidos. Quien llega arriba sin esfuerzo, confunde el éxito con la felicidad.

Por eso yo me quedo con el camino largo. Con el que me hace sufrir, pero me hará más fuerte; con el que me obliga a pelearme cada victoria, pero me permite disfrutarla con la gente a la que quiero y con la persona de quien estoy enamorada. Y cuando miro hacia arriba siento pena por las personas que nos adelantan; porque no saben bien todo lo que se están perdiendo en el camino…

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