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Presente y pasado

Episodios históricos aparentemente tan diferentes como la Revolución Francesa, la Revolución Bolchevique, el triunfo del nazismo o del fascismo, surgieron a partir de ideologías muy distintas, pero presentan un común denominador: aparecieron en coyunturas dominadas por una importante crisis económica.

En cada uno de los casos la población aguantó, estoica, los vaivenes de la recesión: desde la pesada carga fiscal a una galopante reducción de puestos de trabajo, pasando por la subida de precios de los productos más básicos o la certeza de que el poder y las oportunidades de futuro se concentraban en manos de unos pocos.

Los gobernantes oían a lo lejos el clamor de las necesidades de su pueblo, pero, o no querían escuchar, o carecían de la determinación suficiente para enderezar una realidad social que se estaba yendo a pique.

El vaso rebosó (si no se toman medidas, siempre acabará haciéndolo) y una serie de movimientos canalizaron el descontento ciudadano y sumaron las fuerzas necesarias para derrocar monarquías y democracias.

En estos días que vivimos, miro a mi alrededor, ojeo los periódicos, escucho a la gente, y no puedo dejar de sacar conclusiones. ¿No les recuerda a algo todo lo explicado en los párrafos anteriores? La Historia es una lección abierta al mundo que, sin embargo, no acabamos de aprender.


Stonehenge, Reino Unido