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No hay edad para aprender

Dejar la infancia y entrar en la adolescencia supone abandonar los juguetes, acompañados de una serie de clichés que se asocian a esta etapa de la vida. El paso de la adolescencia o juventud a una supuesta edad adulta suele situarse en el momento en el que la persona abandona los estudios y comienza a trabajar.

Muchos sostienen que, llegados a este punto, no tiene sentido seguir estudiando. Observan el aprendizaje como un medio para lograr un fin (el empleo) y no como un fin en sí mismo. El conocimiento, sin embargo, ayuda a comprender el mundo que nos rodea, el porqué de los acontecimientos, y eso, precisamente, es lo que nos convierte en hombres y mujeres libres.

Así lo debía de entender el poeta estadounidense Oliver Wendell Holmes, quien, ingresado en un hospital cuando contaba con cerca de noventa años, pasaba su tiempo estudiando gramática griega. Cuando el presidente Roosevelt fue a visitarle, se interesó en preguntarle por qué lo hacía, y Holmes, aún sabiendo que le quedaba poco tiempo de vida, respondió: "para mejorar mi mente, señor presidente".

Ése es el espíritu que echa de menos nuestra sociedad. Y unas gotitas de infancia, como apuntaba ya Pablo Neruda. Porque "el niño que no juega no es un niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta".


Puente de piedra medieval, Zamora