Estos días estamos asistiendo a un espectáculo que no se
repetirá en años: la conjunción de Júpiter y Venus. Puede verse con solo
levantar la mirada hacia el cielo del Oeste, desde el atardecer hasta bien
entrada la noche. Su brillo estos días es tan fuerte que vence toda
contaminación lumínica y permite que los contemplemos desde prácticamente
cualquier punto del mundo.
Es curioso que poca gente se haya dado cuenta. Más aún: que
a la mayor parte de la gente a la que se lo comentas parece no importarle. Venus
y Júpiter son solo dos puntos en el cielo, lejos de su vida y de sus intereses.
Pero yo los veo de una forma muy distinta…
Encontrar esas dos luces brillantes en el cielo negro me
hace entender que soy una parte muy pequeña de algo muy grande. Me abstrae de
esta maraña de sinsentidos en la que ha devenido la humanidad, para recordarme
que ni si quiera los más poderosos son más que una mota de polvo en la
inmensidad que nos envuelve.
Pienso que la falta de interés hacia este fenómeno demuestra que,
aunque la teoría heliocéntrica lleve años establecida en el ámbito científico,
desde luego no ha corrido la misma suerte en la mentalidad individual de cada
uno. A nadie le importan Venus ni Júpiter. A nadie le importa la Luna más que
como un bonito decorado, ni el Sol más que como un efectivo bronceador.
Parecen contados quienes levantan la vista por la noche para
encontrar otros mundos; para encontrarse a ellos mismos.
pffff que gran verdad... llegamos al punto álgido del individualismo en el que la mayoría no levanta la mirada de uno mismo, puro egocentrismo que nos hace cada vez mas ignorantes, mas inconscientes...
ResponderEliminarpero siempre quedará una luz a lo lejos para iluminarnos... :)