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Itálica

La semana pasada nos tomamos un descanso, cogimos el coche y nos fuimos a visitar varias ciudades y monumentos que teníamos muchas ganas de conocer. Uno de los rincones que más me sorprendió, quizás porque no me lo esperaba tan grande y con tantos detalles, fue la ciudad romana de Itálica, localizada en la actual Santiponce (Sevilla).

Se cree que fue fundada por Publio Cornelio Escipión en el año 206 a.C, para acoger a los soldados caídos ante los cartagineses en la batalla de Ilipa, de la que Roma salió victoriosa. El nombre de 'Itálica' fue un homenaje a la patria de estos soldados, que fueron los primeros habitantes de la ciudad.

Gracias a la labor de los arqueólogos, hoy en día se puede pasear por muchas de sus calles, imaginando la vida que se desarrollaba en esas casas con suelos de perfectos mosaicos, en el imponente Traianeum (un templo dedicado a Trajano, emperador nacido en la ciudad) o en las Termas Mayores o Menores, en las que todos los ciudadanos eran iguales.

 

 

 

   

 

Desde Itálica puede verse, a lo lejos, el perfil de la ciudad de Sevilla, con la torre Pelli y la Giralda despuntando entre las casas.

 

Pero lo que más me impactó fue el anfiteatro. Es imposible estar allí y no imaginarse el griterío del público en una tarde de juegos, el miedo y la soledad del gladiador inmediatamente antes de pisar la arena, la grandeza y la brutalidad de un imperio que supo levantar los pilares de nuestra cultura, pero que no tuvo piedad con tantos y tantos inocentes.

Mirando la arena pensé que esa herencia de sangre y espectáculo, inevitablemente ligados, se mantiene viva hoy en día en el mundo de la tauromaquia. Ya no se obliga a dos seres humanos a pelear por su vida en un 'tú o yo', porque la sociedad ha evolucionado en ese camino. Se ha cambiado a los gladiadores por toros, y quiénes tienen esa necesidad de ver y gozar con la sangre y el sufrimiento, se sacian con estos pobres animales, que ven llegar la muerte en la arena de otro recinto redondo, de una arquitectura muy similar -por no decir copiada- a la del anfiteatro.

Estoy segura de que, igual que hoy nos horrorizamos al recordar las vidas humanas que fueron segadas en loa anfiteatros del Imperio, algún día nuestros descendientes, en una España ya sin tauromaquia, se avergonzarán de los miles de toros asesinados para entretener a unos cuantos.  


 

 

  




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