La misma cazadora de hace diez años. Las mil y una chapas que fui acumulando y que guardan nombres, historias y recuerdos. La estrené en el colegio, la llevé en la universidad, y ahora me acompaña algunos días al trabajo.
Me gusta seguir siendo la misma de entonces y, a la vez, distinta.
Porque la madurez no se deja ver en lo superficial. El crecimiento que de verdad importa es el que se alberga dentro de uno mismo.
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