Me quedo mirando por la ventana, embobada. Son las
diez y diez, y aun está empezando a atardecer. Me recuerdo en una escena muy
similar, varios meses atrás y con varias horas de diferencia, y pienso que el
tiempo ha pasado sin que me dé cuenta.
Me asalta el temor de no estar aprovechando los días
lo suficiente, de ver reflejada en el cristal a alguien peor. El cansancio y
los miedos se arremolinan en la garganta y me pregunto si no podría dar más de
mí misma sin quedar en el intento.
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