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Tregua de Navidad

Como comentaba en la entrada anterior, sea por propensión o sea por lo que sea, pocos pueden negar que, en Navidad, ocurren cosas extraordinarias.

Hace unos años, escribí un relato sobre una de ellas: la tregua de Navidad de 1914. Sucedió en el frente occidental, en plena Gran Guerra. Corría la Nochebuena de aquel año cuando británicos y alemanes, apostados en sus respectivas trincheras, cambiaron las armas por los villancicos.

Quienes estuvieron allí y sobrevivieron a la contienda cuentan que los soldados de los dos bandos pisaron la tierra de nadie para conocerse y felicitarse la Navidad. Intercambiaron whisky y cigarrillos, cantaron y rezaron juntos, incluso jugaron un partido de fútbol. Olvidaron la guerra y olvidaron aquello que les enfrentaba, quizás porque nunca existió. Las diferencias se enclavaban mucho más arriba: eran rencillas de Estado, de gobiernos, no problemas entre los ciudadanos.

Parecidas guerras mantenemos ahora, con la política, el dinero, la religión o las opiniones enfrentadas como baluarte. Olvidamos que detrás hay seres humanos que quizás tengan más en común con nosotros de lo que pensamos. Mucho más de lo que, en un principio, creemos que nos separa.

Portada del Daily Mirror del 5 de enero de 1915

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